miércoles, 6 de junio de 2012

Alicia Vega: “Podían habernos matado pero nunca íbamos a fallarle a los niños”


La investigadora y educadora que lleva 30 años enseñando talleres de cines en poblaciones conflictivas de todo santiago, que fue magnificamente retratado en el documental "100 niños esperando un tren" de Ignacio Agüero. Aquí repasa a los niños de antes y los de hoy. "La pobreza de antaño es la misma", asegura.



A simple vista Alicia Vega es sólo una señora con bolsas. Está a oscuras detrás de un panel mientras espera la indicación para sentarse junto a Cristián Warnken y conversar sobre su visión de la educación en el ciclo de charlas "Pensamiento Propio" que organiza BHP Billiton y que se realiza ante una sólida audiencia en Espacio Matta.
A lo largo del coloquio va sacando de sus bolsos de mimbre evidencia indesmentible de la existencia de la belleza en el medio del infierno: una cámara de cartón con la que enseña la jerga cinematográfica a niños de escasos recursos, largas tiras de cine hechas de papel o dibujos y viñetas de alumnos que nunca en su vida han ido al cine, pero que están hechos de la misma roca que los hermanos Lumiére.
La profesora e investigadora es recordada por su incalculable aporte pedagógico a través de una serie de talleres de cine para niños en riesgo social de barriadas donde a veces no llega ni la luz ni el alcantarillado.
Durante los 60, en el Instituto Fílmico de la UC, Vega asistió al cineasta jesuíta Rafael Sánchez en la realización del documental "Las Callampas" sobre la primera de las tomas de terreno de la capital, también fue profesora de apreciación cinematográfica en escuelas y universidades y antologadora total de la actividad documental del país entre 1900 y 1990 en "Re-visión del cine chileno, Itinerario del cine documental chileno"
Hoy transita entre sus talleres de cine para menores y la época de la reproducción en la que la idea de ver películas como acto colectivo se pierde poco a poco. El catálogo infinito de la web se ve por millones en el celular o el monitor del PC a solas, perdiéndose la experiencia de la sala oscura.
"Ver cine solo es lo contrario a ver cine", le dice la señora de las bolsas a Warnken que pasa página tras página de algun texto de tesis sobre Raúl Ruiz o la Ontología de la Cita. "La persona que ve una película solo se ríe solo, se emociona y angustia solo", agrega la profesora que es la protagonista del infatigable documental "100 niños esperando un tren" de Ignacio Agüero, ex alumno de Vega. Una obra revisada en todo el mundo en el que se registra cómo la educadora pone detrás del proceso cinematográfico a un grupo de niños de la población Lo Hermida que nunca ha ido al cine.
"Eran niños cuyas familias se colgaban del tendido eléctrico, dormían con la luz prendida para espantar a las ratas, que no tenían una mesa para comer ni menos para hacer las tareas, pero que llegaban a los talleres el día sábado en la mañana siempre alegres y ansiosos por aprender algo que les llenara el espíritu", recuerda.
"CHAPLIN ERA MUCHO MÁS QUE PASTELAZOS EN LA CARA"
"Yo ví pocas películas de chica porque mi papá era muy estricto y el las tenía que ver primero para autorizarlo. Por eso éramos más lectores", cuenta sobre una infancia que estuvo marcada por el rigor educativo y la enfermedad, también.
Esa empatía la impulsó a decidirse por educar a niños de campamento. "Yo hacía el mismo taller para colegios donde habían niños con un mejor pasar, pero me di cuenta que el pobre está realmente desvalido. Llegaban por su cuenta a los talleres y cuando aparecía una escena con comida en las películas ellos aplaudían", dice en medio de un silencio incómodo.
El carácter lúdico y no pedagógico del taller era la clave de la participación, piensa Alicia Vega sobre una experiencia extraescolar que convocaba a menores que se daban cuenta de que el humor de Chaplin iba más allá de los pastelazos en la cara o de caminar chistosamente, cree.
"En una vida poblacional donde nunca ha habido programas, donde no hay certezas de que el papá va a llegar borracho nosotros llegábamos con una carpeta donde se registraba la actividad que se iba a hacer semana a semana. Los niños se sentían respetados y tomados en cuenta", dice mientras abre una carpeta amarilla en donde están pegados unos fotogramas con las unidades educativas.
"A los monitores del taller podrían habernos matado, pero nunca íbamos a fallarle a los niños", agrega. El compromiso era a tal nivel que los proyectores de films eran dos en caso de que fallara uno y contaban con ampolletas de repuesto por si se quemaba alguna.
La marca de la profesora Alicia también se traspasaba a las familias de esos niños al convertir a estos en el centro de la atención en la casa por primera vez. El documental de Agüero muestra a los padres mirando con la misma atención los juguetes cinéticos que se hacen en el taller de cine: zootropos donde la persistencia retiniana muestra caballos en movimiento o un ave enjaulada en formato run-run.
"A poco andar nos dimos cuenta de cómo influía el taller en esas familias. El niño llegaba a la casa con una historia que contar, pasa a ser parte de un grupo y a ser felicitado por algo", dice.
NUEVOS TIEMPOS LA MISMA PELÍCULA
El tiempo también ha hecho sus estragos en la sociedad en que opera Vega. Si bien antes ella parte del paisaje de tomas y poblaciones, visitaba a los niños del taller que estaban enfermos, la cosa es más brígida ahora. "Desgraciadamente ahora eso es imposible. Porque hay mucha venta de drogas y pandillas que están tirándose balas en cualquier momento y actualmente no se puede andar sola por las poblaciones", dice sobre el trabajo que sigue desempeñando en lugares como Lo Hermida, Los Nogales o la parte alta de Pudahuel donde dictaba el taller hace poco y donde los taxistas tampoco entran a dejarla ya.
Y sus niños, ¿también han cambiado en estos años?
La pobreza es la misma de hace 25 años, sin embargo hay una frustración muchísimo más grande en los niños de hoy porque estan bombardeados por los medios de comunicación sobre los bienes que existen y los progresos que no pueden tocar con sus manos. Les muestran todo lo que no pueden comer, las cosas con las que no pueden jugar y la ropa con la que no pueden vestirse. La pobreza que viven en el exterior es tan grande como antes. Eso es lo que causa estragos porque se sienten siempre postergados.
¿Y qué le han enseñado a usted sus alumnos?
Yo he aprendido que es muy importante respetarse unos con otros y que cada vez adquiere mayor fuerza una palabra que trajo Jesucristo al mundo que es la palabra "prójimo". Eso me parece absolutamente vigente y válido tanto para niños, adultos como para ancianos.

►Acá la película "100 niños esperando un tren" en versión completa
Domingo 27 de mayo de 2012  por Carlos Salazar 

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